Creo que hasta ahora no había escrito una crítica de cine en este blog. Pensándolo bien, creo que nunca había escrito una. Y la verdad es que no sé si conseguiré hacerlo.
Son las 02:23 de la madrugada y acabo de llegar al piso. Tres horas antes me encontraba en la última fila de la sala 3 de los cines Saide Carlos III, en la calle Cortes de Navarra, 7. Para llegar hasta allí puedes coger los autobuses 4, 8, 9, 12 y N7; Nosotros (Javi, Dani, Miguel Ángel y yo) decidimos ir andando.
La perspectiva histórica es importante. Nunca, en ningún caso, tengo la misma opinión de una película en el momento en el que la veo y un mes después. Pasado un año, mi perspectiva cambia de nuevo. Vuelvo a ver la misma película, o quizá no, y todo cambia: la actuación de los personajes, sus voces, sus gestos. Me atrevería a decir que incluso cambian de vestuario, pero puede que me equivoque, y sólo sea cosa mía.
Zodiac hoy. Otra vez Fincher. Otra vez una obra maestra que consiguió que esbozara sonrisas casi imperceptibles ante los juegos de cámara y fotografía de los que se sirve. Es como si Fincher dijese "Hey, estoy aquí, no te concentres demasiado: es una película". De vez en cuando se agradece que te den un golpecito en la espalda y te lo recuerden. Antes no me daba cuenta de estos golpecitos: ahora sigo sin verlos, pero noto sus efectos.
El gran eresfea escribió una vez, y aquí tiro de memoria porque no estaría bien recurrir a la hemeroteca de su blog, que Pequeña Miss Sunshine tenía un buen comienzo y un buen final, pero que en el tránsito que discurre entre esos dos puntos no podía parar de pensar en la estructura del guión. Es algo que me sucede a menudo. No con Pequeña Miss Sunshine. Tampoco con Zodiac. Supongo que no depende tanto de lo marcada o evidente que sea ésta estructura como del grado de conexión que logres alcanzar con alguno de los personajes, con el director, con la historia, con la banda sonora o con un simple frase del guión. Este último ejemplo lo experimento muy a menudo. Podéis leer la entrada que dediqué a Largo domingo de noviazgo hace un tiempo. Una película, por cierto, que tiene mucho en común con Zodiac. Al menos para mí.
El cine es cuestión de conexiones entre personas e historias, entre personas y personas, entre gestos y recuerdos que se creían borrados de la mente, o al menos mojados. Y eso es algo que difícilmente puede objetivarse. Por eso prefiero hablar de lo que me sugieren mis obras preferidas y no tanto de si los actores cumplieron con su papel o si el guión era ágil. Aspectos éstos más fáciles de expresar.
Cojo la fotogramas que tengo a mi lado, con Tobey Maguire en portada, después de pasar por la mejor clínica dermoestética que existe: Photoshop. Leo un par de críticas al azar.
Ejercicio práctico que cualquiera puede realizar en casa: coge siete palabras del diccionario, combínalas de la forma más enrevesada posible, añade unos cuantos conectores y adjetiviza un par nombres propios. Resultado: una crítica válida para algo más de 160 películas.
Leo la parrafada inconexa (o no, yo no soy quien para juzgarlo) que he soltado y me doy cuenta de que nunca podré ser crítico de cine. Y de verdad que me fastidia. A veces me gustaría poder abstraerme de todas las historias y mirar sus características y peculiaridades desde fuera, pero me cuesta.
Observo el poster de la película, y pienso que, por lo general, están infravalorados. Pienso, también, que la mayoría de las críticas publican en las revistas de cine son irrelevantes y los directivos de las empresas editoras podrían ahorrarse grandes cantidades de dinero si en vez de contratar a un crítico publicasen la imagen del cartel, porque describe tan bien la película que a veces sugiere tanto como la obra completa. Especialmente en este caso.
Esto es Zodiac hoy, aunque no lo parezca. Y ya me estoy arrepintiendo de la mitad de lo que he escrito.