Cada generación tiene la Audrey que se merece
Cada generación tiene derecho a poseer tres o cuatro musas. Audrey Hepburn lo fue hace décadas aunque su halo de gloria y elegancia se extiende hasta nuestros días.
Audrey. Una musa que competía con otras musas. En los 50, Mientras ella rodaba Vacaciones en Roma o Sabrina Marilyn Monroe hacía lo propio con Los caballeros las prefieren rubias y La tentación vive arriba. ¿Los caballeros las prefieren rubias y explosivas? Seguramente. Yo desde luego, no.
Audrey. Una musa que competía con otras musas. En los 50, Mientras ella rodaba Vacaciones en Roma o Sabrina Marilyn Monroe hacía lo propio con Los caballeros las prefieren rubias y La tentación vive arriba. ¿Los caballeros las prefieren rubias y explosivas? Seguramente. Yo desde luego, no.
La sonrisa de Marilyn no me transmite nada. Como sus labios. Como sus curvas. Como su "Happy birthday, Mr. President".
Audrey me transmite todo. Me siento incomprensiblemente atraído por la tristeza parcial. Por la tristeza absoluta. Desde luego huyó de la apariencia de tristeza de la misma manera que siento indiferencia por la que sólo es pasajera.
Audrey. Tautou. Tristeza. Más tristeza. En eso se parece a Hepburn.
Sus sonrisas no sonríen del todo. En la indefinición se esconde el misterio. Por eso escapan a todo intento de encerrarlas en palabras.
Ahora sé que me he equivocado con el título. Siempre es la misma Audrey. Todas las generaciones tienen las mismas musas con distintos nombres. Aunque hay ocasiones en las que la casualidad se permite un lujo.