martes, abril 04, 2006

Silencio y Silenfóbicos

Según la Real Academia Silencio significa… No, lo siento, no puedo hacerlo. Siempre he maldecido a la gente que comienza un texto con una definición. Descartada la opción R.A.E. podría continuar escribiendo una introducción digna de ser recordada, pero éste no es precisamente el tema más apropiado para ello. Vayamos a lo importante: el silencio.

Estoy de acuerdo en que la comunicación resulta vital para el hombre, es algo indiscutible, pero no veo la necesidad de hablar sobre el tiempo que hace en la calle porque no se te ocurra nada mejor que decir. Intercambiar profundas y estudiadas impresiones sobre el tiempo es algo muy habitual en los ascensores, uno de esos lugares en los que el silencio se convierte en pecado inconfesable. A las personas que temen tanto al silencio que se ven obligados a hablar por hablar les llamo silenfóbicos. Casualmente, es en los ascensores donde más rápido se reconoce a estos sujetos. No importa que repriman sus ganas de dar palique, en sus ojos puedes ver que lo desean. Sus manos tiemblan, el sudor les recorre los surcos de la frente y sus labios empiezan a despertar. Están buscando la frase perfecta para romper ese silencio que tanto les incomoda. No me quiero ni imaginar lo que tendría que aguantar si trabajase en Empire State Building de Nueva York. Subir todas las mañanas hasta el piso 99 acompañado por toda clase de silenfóbicos tiene que resultar agotador. Gracias a Dios, no sufro ese problema: ventajas de vivir en un primero.

Desgraciadamente, el rechazo popular al silencio no se reduce al ámbito de los ascensores: taxis, autobuses, bares, reuniones con antiguos compañeros… La lista es interminable. Pero el silencio no es siempre bueno. Hay silencios muy peligrosos y comprometidos. Por ejemplo, si tu chica te pregunta si la quieres y te quedas callado, vete preparándote: te esperan un par de semanas muy jodidas. Aunque en este caso es preferible el silencio a balbucear palabras sin sentido mientras te llevas la mano a la cabeza y repites en voz baja “mierda, con lo bien que iban las cosas”.

Por mi parte, procuro disfrutar al máximo cada segundo de silencio. Además, estos momentos me resultan útiles en mi vida diaria. Me ayudan a distinguir si realmente quiero o no a una persona, si estoy ante un verdadero amigo o ante un impostor pasajero. Cuando hablas con alguien y de pronto surge el silencio, si ninguno de los dos necesita abrir la boca para soltar una estupidez, entonces puedes confiar en esa persona. Es curioso, porque la gente suele pensar que una pareja sin comunicación no va a ningún sitio. Yo opino todo lo contrario: hablar siempre, sin sentido y por mandato divino es lo que deteriora una relación.

Pero por mucho que me pese, mañana se despertarán silenfóbicos en todos los husos horarios. Hombres y mujeres que prefieren el ruido, a los que el silencio les mata por dentro. Debe de ser porque si permanecen un tiempo callados comienzan a escucharse a sí mismos, y esto, para muchos, es más aburrido que hablar sobre nubes y frentes fríos.

1 Comments:

Blogger Chema said...

Que razon tienes amigo, ultimamente he estado quedando con mi ultima diosa de la belleza, y solo me he dado cuenta de que nos estabamos acercando y las cosas iban bien encaminadas cuando pude comprobar que eramos capaces de soportar un rato de silencio sin problemas.... muchas veces dice mas un silencio que toda la palabreria sin sentido que puedas escuchar...

Espero que vuelvas a publicar pronto amigo.

25 de abril de 2006, 10:43  

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